viernes, 28 de octubre de 1988
Dolor,
¡ay dolor!
¡Ay pasión consumida!
¡Ay, lágrimas ardientes
que cuecen mi rostro, que queman la boca
semiabierta a la que caen...!
La nariz taponada
no puede respirar apenas
por la líquida mucosidad
del llanto.
¡No sólo lloran los ojos!
Lloran los labios
y hasta la nariz. Sí.
Lloran los rojos labios
mordidos, rotos y empapados
de baba que cae, cuelga
mientras la voz aúlla
en un plagio de auténtico
dolor anímico...
"¡PLAS!" se siente en mi cara
morada por la mano
que castiga con latigazos
de placer ante el golpe recibido.
"¡Toma, otro, otro, otro!
Sufre, sufre completamente,
sufre con todo tu cuerpo
y todo el alma.
Sufre como nunca lo hiciste.
Sufre por amor.
Y acaba sintiendo
el placer del dolor.
Placer.
Placer que nunca será tal.
Sólo un masoquista recordatorio
de lo que hiciste.
Llora.
Llora la equivocación,
llora el pecado.
Llora ahora
como lo hiciste ayer.
Como lo harás mañana.
Y siempre.
Grita.
Grita de rabia, de impotencia,
porque otra cosa no puedes hacer.
Grita y llama al castigo,
al dolor para que te llene,
que llegue en su totalidad".
¡Dolor! ¡Ay!
¡Dolor!
28/10/88.
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